Un track desprovisto de cualquier presunción, mutando, de manera casi ingenua, entre mesones rapaces de ciertas esperas conocidas, y a la vez también –de modo para nada solapado-, entre algunos otros que subvierten la posibilidad de un cotidiano asequible.
Un gesto de lo ausente en tercera persona.
Entonces corolario: La música es un duende. Un Duende Dama.