OTOÑO by Conde y Los Archiduques

Del mismo modo que la banda neozelandesa Crowded House, en su tema “Four Seasons in One Day”, se servía de la analogía proporcionada por las estaciones para trazar las perturbaciones anímicas que se pueden manifestar en un solo día, Francisco E. Conde Ruiz, quien utiliza su “noble” apellido como presentación artística, aborda el osado proyecto de entregar cuatro discos que estarán distribuidos, titulados y publicados, en función de esas mismas divisiones del calendario supeditadas a los usos climatológicos. Un conjunto global que escenificará la ruta anímica seguida por el abatimiento existencial sufrido por un personaje, hilo conductor, a veces protagonista y otras presentado como elemento inspiracional, de unas canciones que fluctúan alrededor de un termómetro medioambiental que es también el patrón de las melodías.

“Otoño”, el primero de los trabajos, y que como el resto estará firmado en compañía de los Archiduques, por primera vez no una mera alteración de la nomenclatura sino la encarnación de un concepto unitario, lo que significa igualmente que Salva Méndez, Pepe Ruiz, Nico A. Huguenin y Quique Escudero asumen un papel creativo, es a la vez el encuentro con el abismo sentimental y al mismo tiempo su inaugural inmersión en él. Un paisaje que, tomando prestados los simbólicos versos que dedicó a esta época el poeta francés Paul Verlaine, reproduce los sollozos más hondos del violín del otoño como una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Un amargo destino recién volcado sobre la copa que sin embargo desprende embriagadoras melodías.

Convidados a compartir estancia el amor y el dolor, “Toda la verdad”, en su condición de estreno, tanto del disco como del proyecto, sitúa la mirada de nuestro errante narrador observando un continuo desfile de catacumbas al son de un pop armónico y elegante que recoge, impulsado por la interpretación grupal, los rastros dejados por Solera o Family para marcar un paso ágil que sin embargo pronto se desvanece, al igual que todos esos sueños que nunca fueron, en la onírica melancolía de “Barquito fantasma”, cita del espíritu naif -a pesar de su trágico contenido- de los sesenta (que nadie se escandalice si osamos a citar a Jose Luis Perales) con trovadores contemporáneos como Miguel Ángel Villanueva, pero también un esqueje sobre el que irá brotando una imponente instrumentación. Aspecto que, en otra lápida contra ese ilusionante futuro invisibilizado por la vida, en “Junto al río” florece, con la simiente de Scott Walker, bajo un manto épico de lágrimas secas.

El segundo tramo del disco, donde se esconde su parte más heterodoxa, toma rumbo con la irónica obra maestra que es “Sinceramente”, que galopa a ritmo circense, o casi mejor decir bufonesco, como un remedo entre la enunciación narrativa de Raphael y el desparpajo de Astrud para completar el reflejo en forma de múltiples caretas escupido por el cristal cuando nos intentamos acercar a él. La llegada de texturas más atmosféricas se presenta con el final del trabajo, quizás porque ya se barruntan los plúmbeos cielos amenazantes y los cuervos negros que vestidos de crooners tocados por un doliente romanticismo en “Lo siento” conjugan con perfecta dicción el verbo fracasar. Postales bañadas en un colmado lirismo a través de un tema homónimo que rubrica, entre arrebatos del Bowie eléctrico y ochentero, ese tránsito hacia una nueva estación. De momento, tenemos tiempo para acompañar el crujiente sonido de las hojas descansando sobre el suelo con esta emocionante y esbelta banda sonora, un relato todavía abierto a la espera de la llegada del invierno para que deposite el frío sobre el pentagrama de Conde.

Kepa Arbizu